Son estos malditos días que me recuerdan más a ti,
Son estos malditos minutos adversos que provocan dolor en mí.
Evado furiosas olas para no tenerte presente otra vez.
Nunca volverás a buscarme, lo sé.
Llevo el diluvio de un día gris en el que soltaste mi mano,
vive dentro de mi debilitada alma
que ya cansada está por intentar contemplarte.
no fue a propósito este mareo intrínseco de la realidad que estamos viviendo,
sucede por este período de sol en cuyo cielo
nubes cubren los rayos de luz que mi espléndida frente necesita recibir.
Fue hace un tiempo atrás, cuando la furia y el rencor embargaban a todo mi sentir,
indiferente era esta época para mí,
escondiendo la herida delirante, logré convencerme,
escondiendo la herida delirante, logré convencerme,
sin embargo hoy no puedo seguir escondiéndolo
pues la congoja que en mi piel hoy se acomoda,
antes era anestesiada por adjetivos que colmaban la idónea impotencia de existir.
Hoy, mientras atravieso puentes infinitos sin esperanza,
evito aguardar a tu llegada para que no retornen diminutos retazos de espejos rotos que rozan mi rostro, y lo destrozan,
desenvolviendo vetustos sueños estropeados que palpitan en la memoria,
desenvolviendo vetustos sueños estropeados que palpitan en la memoria,
y producen algo que brota de la mirada, haciendo que ésta se clave en la ausencia
evocándote durante éstas paulatinas horas floreadas de guerra y gracia,
me liquido por dentro hasta hacerme bendita agua llena de espinas de rosas amarillas.
Mariposas emprenden vuelvo sobre mi cadáver ya frío de soledad,
aquí convoco a un dios que me abrace,
un padre de verdad que me conceda amor, ese que ya no existe en este ser infeliz
que dejaste junto a una tumba vana de cuerpo,
y más vana resultó mi esperanza, pues nunca regresarás
no por muerte esporádica, sino por no saber amar.
Sophia Miranda