He me aquí derrotado por el cansancio singular,
de una vida sin un sentido más.
Me encuentro en una encrucijada,
donde el amor se acaba,
y la oscuridad es el dios de mi mirada.
La fe consumida en llamas
de una vela casi apagada,
los fuegos del destino cortan quijadas
abapulladas y vencidas por
una infinita calamidad.
En el silencio de la noche me dejaré llevar
para no contener más a mi alma,
ha de volar lejos, muy lejos de mí,
cesando, por fín,
la bélica lucha por la paz.